En las últimas décadas la práctica de yoga se ha extendido notablemente entre los ciudadanos de países de occidente y paralelamente, según muestran los estudios bibliométricos, se ha incrementado el número de publicaciones científicas sobre los beneficios terapéuticos que proporciona a los practicantes. Las sociedades cada vez más envejecidas de los paises ricos, donde los gastos sanitarios crecen exponencialemente, implementan desde sus administraciones programas para promover estilos de vida saludables entre sus ciudadanos. Es preciso por lo tanto poder contrastar científicamente los efectos que campañas sobre alimentación, ejercicio o adopción de hábitos para combatir el estrés, entre otras, pueden tener sobre los individuos.
Hoy en día, en la era de la genómica, podemos examinar casi en tiempo real los efectos que comporta a nivel celular la ejecución de una determinada técnica de yoga. ¿Es posible que mediante un sencillo ejercicio, en unos pocos minutos, podamos activar determinados genes en distintas células del cuerpo y lograr que se transcriban las proteínas que codifican ? Si la respuesta es afirmativa ¿quiere eso decir que podemos intervenir deliberadamente en las células de nuestro organismo promoviendo la producción endógena de moléculas saludables ?
Sundaravadivel Balasubramanian del Departamento de Radiación Oncológica del Hollings Cancer Center, junto a sus colaboradores en Medical University of South Carolina, USA publicaron en 2014, en la revista ” Evidence-Based Complementary and Alternative Medicine” un artículo que me resultó muy interesante. El artículo lleva por título: “Alterations in Salivary Proteome following Single Twenty-Minute Session of Yogic Breathing” y describe el ensayo llevado a cabo entre veinte voluntarios sin experiencia previa, para examinar las alteraciones a nivel molecular después de un ejercicio de respiración yóguica.
Los participantes fueron distribuidos aleatoriamente en dos grupos, el grupo de respiración yóguica YB y el grupo de control de la atención AC. El grupo de YB practicó durante los primeros diez minutos Pranava Pranayama y los diez minutos restantes Thirumoolar Pranayama. El grupo AC permaneció relajadamente durante veinte minutos en posición sedente leyendo algún medio impreso de su interés. Las muestras de saliva fueron tomadas en ambos grupos antes de comenzar y cada cinco minutos durante los veinte que duró el ensayo. El estudio reveló que de las 133 proteinas estudiadas, 22 experimentaban cambios significativos antes y después de la respiración yóguica en el grupo YB y no lo hacía en el grupo AC, 17 de ellas se incrementaban y 5 disminuían. La mayoría de ellas pertenece a la superfamilia de las inmunoglobulinas lo que sugiere que la respiración yóguica promueve la respuesta inmune en la primera línea de la mucosa (es sabido que el sistema inmune está alterado en personas con cáncer y deprimido en pacientes en tratamiento con quimio o radioterapia ) . De particular interés me resultó averiguar que cuatro supresores tumorales fueron estimulados significativamente después del ejercicio de respiración yóguica (DMBT1, MUC7 , CRISP3 y PIP) lo cual convierte a Pranava Pranayama en una técnica anticancerígena de primera magnitud, una verdadera quimioterapia al alcance de cada uno, y lo que es más interesante, sin efectos secundarios adversos.
La proteina DMBT1 es un producto del gen dmbt1 y esta significativamente disminuida en sujetos con cáncer de cerebro, pulmón, páncreas, próstata, piel, cuello del útero y orofaringe. Asimismo el gen dmbt1 ha sido propuesto como un gen causante del cáncer de mama por lo que, como afirman los autores : ” la estimulación salivar de DMBT1 mediante una intervención no invasiva y no farmacológica como la respiración yóguica, podría proporcionar muchos beneficios para la salud, entre los que se incluyen el mantenimiento de un sistema inmune innato eficaz y la producción de novo de supresores tumorales “.
Estoy de acuerdo con los autores en que sería de sumo interés poder averigüar si la práctica de Pranava Pranayama puede estimular la secreción de DMBT1 en pacientes con cáncer y particularmente si puede potenciarse su disponibilidad en los focos tumorales donde la proteina está disminuida.
Mi hipótesis es que es posible que la producción del sonido OM durante el pranayama, produzca un efecto de vibración mecánica que alcance la silla turca y estimule la hipófisis, generando una cascada hormonal que en pocos minutos promueva por via parasimpatica una efecto restaurador que alcance a todo el organismo. Un verdadero amrita o néctar de los dioses que desciende desde el cráneo vigorizando y rejuveneciendo al practicante de yoga. Dado que no tiene contraindicaciones y que los beneficios están contrastados recomiendo su práctica a todos mis alumnos participantes del Curso de Yoga-Antienvejecimiento y particularmente a quienes están atravesando un cáncer.